Cuando en 2009 llegué a la primera clase del curso para
convertirme en radioaficionado encontré algunos grupos de letras seguidas de
rayas y puntos desparramados sobre el pizarrón del Radio Club City Bell. Algo
resultaba claro y evidente: había llegado tarde y la clase estaba empezada. Supe
luego que no eran rayas y puntos sino una sucesión de "díes" y "daes",
representación fonética de las letras de nuestro alfabeto, según el amigo
Morse.
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Samuel Morse (www.profesorenlinea.cl). |
Pasa que don Samuel Finley Breese Morse, nació el 27 de abril de 1791 en Boston,
Estados Unidos, y murió el 2 de abril de 1872, a los 80 años. Ambos
aniversarios se cumplen este mes. Hoy encajaría perfectamente con la política
estadounidense del presidente Trump, ya que era un activo anticatólico y antiinmigración
en aquellos mediados del siglo XIX. Pese a ello era un hombre generoso y
caritativo.
Volviendo a sus inventos, no hay dudas de que el Viejo Samuel la
tenía clara: con su código podía lograrse una comunicación universal, más allá
de lenguas y razas, de sapiencias y culturas. Como si se tratara del esperanto,
el código que lleva su nombre era, al fin de cuentas, el complemento necesario
de su otro gran invento: el telégrafo.
Los buenos instructores del Radio Club City Bell así lo hicieron
saber y así lo entendimos los aspirantes a radioaficionados. Más aún, el profe Tito Corda se adelantó a la pregunta que se veía
venir y dijo: "Aunque les parezca obsoleta e inútil, aún en las peores
circunstancias la telegrafía les va a permitir establecer una comunicación o,
por lo menos, pedir auxilio. Alguien los va a escuchar".
Así entendimos el por qué de la obligación de rendir un examen
de habilidad en telegrafía para después hablar por radio. Hoy por hoy,
realmente, cuesta creer que en la era de los satélites y las comunicaciones,
hoy que con un teléfono satelital podemos establecer contacto con regiones
remotas o que simplemente conectados a Internet podemos comunicarnos con un
interlocutor residente en Japón o China más rápido que lo que duraría el vuelo
estratosférico anunciado por un expresidente, puede parecer una estupidez
perder el tiempo aprendiendo código Morse.
Sin embargo, -y permítase la comparación- la telegrafía es como las
cucarachas: podrá venir un cataclismo, un terremoto, un tsunami, una explosión
atómica, pero una y otras, seguirán ahí, vivitas y coleando, siempre listas. Durante el duro terremoto de Chile y el
consecuente tsunami de 2010, sólo los radioaficionados con sus obsolescencias
pudieron hacer llegar los primeros llamados en pos de auxilio. Y las
comunicaciones más eficientes fueron las llevadas a cabo mediante telegrafía o,
como la llaman en la jerga, el "CW". Alguien emitió un S O S
(auxilio), y otro alguien respondió con un Q S L (recibido), y la ayuda comenzó
a organizarse.
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Manipulador para práctica de telegrafía, factura casera. |
Sin embargo debemos confesar algo: transmitir CW nos costó un
poco, pero más o menos lo sacamos decentemente. Ahora, recibir... Dios mío....
ni papa.
¿Y por qué elegimos este tema para hoy?
Porque la semana pasada se cumplió un aniversario del fallecimiento de Morse y
porque desde hace más de medio siglo que en City Bell hay una institución donde
se enseña y se practica la telegrafía: el Radio Club City Bell que, dicho sea
de paso, está a punto de iniciar un nuevo curso destinado a aspirantes a ser
radioaficionados.
A la memoria de Morse, entonces, 7-3
(“saludos” en la jerga telegráfica) y larga vida a sus inventos.
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06
abr 17