Mostrando las entradas con la etiqueta contramano. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta contramano. Mostrar todas las entradas

lunes, 18 de diciembre de 2017

Tristeza de diciembre

El miércoles pasado la pericia al volante de mi compañero de viajes hizo que por un pelito zafáramos del corte de calle y pudimos, de manea medianamente razonable, llegar a casa: le habíamos hecho ¡ole! a una moto de policía y a un policía de a pie que procuraba colocar una cinta para cerrar el paso.
Hoy me tocó manejar a mí. Cuando vimos que la calle donde estábamos estaba libre de manifestantes, decidimos subir al auto y salir de la cochera. Había que hacer dos cuadras, doblar a la derecha y cruzar avenida Corrientes. Después, alejarse del centro y buscar por dónde enfilar al sur.
Llegamos a Paraná, giramos a la derecha y tras poco más de cien metros, vimos que la horda se venía de frente a toda marcha. Del otro lado estaba Gendarmería con sus motos y sus camionetas. Los manifestantes hacían volar todo lo que encontraban (postes de madera de dos metros incluidos) y los de verde respondían con balas de goma. En el medio, peatones, motos y bicicletas que buscaban ponerse a salvo sin importar manos o contramanos. Por el rabillo del ojo podía ver pasar velozmente los arreglos navideños de vidrieras y veredas. Una incongruencia entre tanta barbarie.
Pude doblar por Corrientes esquivando elementos en el pavimento y en el aire. Paradójicamente, tomar por Libertad fue lo más parecido a ella misma.
Luego, avenida Córdoba, Pueyrredón, y más o menos una hora y media para atravesar el barrio de Once, donde los comercios mayoristas parecían no estar enterados de lo que estaba pasando. En total, fueron tres horitas desde la salida del trabajo hasta casa.
Cuánta tristeza, mi Dios, cada diciembre. 

viernes, 6 de octubre de 2017

Si la vas a hacer, hacela bien

Tengo la suerte de no cometer demasiados desatinos cuando voy manejando. Más fortuna que pericia, cuatro viajes semanales al centro porteño constituyen una buena cosecha de anécdotas de tránsito donde rara vez soy el protagonista. Pero el jueves pasado me tocó a mí y acá voy:

Voy cada día por avenida 9 de Julio hasta Bartolomé Mitre, doblo a la derecha para tomar la colectora (Pellegrini) y poder doblar a la izquierda en Perón. Ya unos ciento cincuenta, doscientos metros antes procuro colocarme en el carril que me permitirá hacer la maniobra sin demasiado sobresalto, y claro que no soy el único.
Av. 9 de Julio y Rivadavia. Mandate tranquilo que es contramano.

Este jueves iba detrás de otro auto cuyo conductor, como yo, ya había colocado la luz de giro. Al llegar a la esquina, dobló y yo detrás de él. Oh sorpresa, la calle no era Mitre sino Rivadavia (una antes) y, por lo tanto... ¡contramano!
Entre mi sorpresa, el espanto de María (mi compañera de trabajo y de viaje) y los autos y motos que se me vendrían encima ni bien cambiara la luz del semáforo, sólo atiné a volantear como para poder escapar apenas tuviera luz verde el tránsito de Rivadavia.
Busqué desesperado si había policía observando, y si bien no vi ningún uniforme, a dos metros de mi ventanilla encontré una cara conocida: la del Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, quien caminaba junto a una dama muy seriamente, desentendido de lo que pasaba a su alrededor.
"Bueno -pensé- Si algún 'zorro' me viene con una infracción puedo alegar que si el propio Jefe máximo de la ciudad no objetó mi maniobra, nada puede hacer el, que no es más que un simple empleado".
No me ando con chiquitas: si infracciono, no lo hago delante de cualquiera, como verán.

Logo

Logo
Principal