De un antiguo programa de radio nos viene aquello de tener más problemas que los Pérez García. Quien más, quien menos, no existe persona a la que en el día a día no se le aparezca un inconveniente, un problema, un contratiempo que altere su anhelada tranquilidad.
Un compromiso ineludible, una noticia desagradable, cuestiones familiares, laborales, económicas, de salud, todo puede ser caratulado de “problema”.
Es que todos tenemos problemas -¿a qué negarlo?-, a todos nos suceden cosas que a menudo superan nuestra propia capacidad de enfrentarlos, de resolverlos. Al punto tal que, a veces, nos sentimos morir. De eso hablábamos días atrás con nuestra amiga, “la Tana”, quien acodada en la cabecera de la mesa suspiró largo antes de reflexionar:
“Me pasan tantas cosas que el día que me muera no voy a poder ir a mi velorio”.
No poder cumplir con nuestro propio velorio porque tuvimos un imprevisto cuando nos tocaba morir, no sería en sí mismo un problema, después de todo.