Febrero/marzo de 1981. Los Chalchaleros en el Festival de Folklore de City Bell. |
EL REZO DEL CHALCHALERO
Como
para comprobar que la fe y la riqueza interior van más allá de la fama y los
escenarios, Juan Carlos Saravia
–referente del conjunto folklórico “Los
Chalchaleros”- se reconoce como una persona “muy mariana”
“Yo
siempre he sido muy mariano, devoto de la Virgen del Perpetuo Socorro, que está
el la iglesia de San Alfonso, en Salta –relata a Todo María-. Es la única
Virgen que tiene la escolta de los Gauchos de Güemes, que salen montados
haciéndole la escolta. Me hice devoto además de la Virgen del Milagro, por
supuesto, de la Virgen de San Nicolás. Hemos tenido la dicha de conocerla a
Gladys (Motta) que es la vidente. En cuanto nos recibió mi mujer se puso a
llorar. Hacía dos o tres días que había terminado la Semana Santa y nos mostró
los estigmas que le estaban ya cicatrizando en la muñeca. El Padre Pío los
tenía en las manos, pero Gladys los tiene en las muñecas y las heridas en los
pies y en el costado, que le sangran y duelen mucho en esos dos o tres días”.
Señor y Virgen del Milagro.
A
mediados de septiembre Saravia estuvo en su Salta natal, con el único objetivo
de participar de la Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro. “Tiene una
historia muy curiosa esta fiesta. Hace 407 años, el obispo que funda Salta,
cuando vuelve a España dice que va a mandar un Cristo para Salta y una imagen
de la Virgen para Córdoba. Lo curioso del caso es que las cajas trayendo estas
dos imágenes llegan por el Pacífico y llegan flotando, sin ninguna noticia de
naufragio, al puerto de El Callao, en Perú. La gente, con gran devoción lleva
en hombros al Cristo y a la Virgen en peregrinación: iban de un pueblo hasta el
otro, salía la gente de ese pueblo hasta el que seguía y los otros se volvían a
sus casas; y llega el Cristo a Salta. El cura resuelve dejarlo en la sacristía
con la promesa de hacerle un altar especial. Queda ahí, se lo olvida, y tres
días antes de cumplirse cien años de la llegada del Cristo a Salta empiezan
unos terremotos tan espantosos que se hunden algunos pueblos y algunas ciudades
como Esteco, que está a casi 130 kilómetros de la capital. Salta temblaba todo
el día, con distinta intensidad. Un sacerdote que pasa por delante de la Virgen
-que es de porcelana o yeso- ve que la imagen está en el suelo, a los pies del
Cristo. La vuelve a poner en su nicho y con los temblores, al rato la Virgen
otra vez a los pies del Cristo y sin romperse. Como a la cuarta o quinta vez,
el sacerdote dice que debe ser un mensaje para que lo saquen a la calle al
Cristo. Lo sacan y se tranquilizan los terremotos hasta siempre. Entonces la
gente toma la devoción por el Cristo y la Virgen del Milagro”.
La
fiesta dura diez días, incluida una novena. Tanto es el fervor de los salteños
por el Señor y la Virgen del Milagro que se han olvidado de sus verdaderos
patronos, los santos Santiago y Felipe. “Pero como hace trescientos años que el
patrón es el Señor del Milagro, la gente ni sabe quiénes son los patronos, que
fueron suplantados por el Cristo del Milagro y la Virgen del Milagro. Por eso
yo siempre digo que en Salta tenemos de patrono a Dios, no andamos con
macanas”, acota el folklorista.
Como
ocurre con muchas devociones, llega un momento en que se va olvidando un poco,
hasta que un nuevo temblor en 1948 hace recapacitar al pueblo. “La catedral se llena
otra vez de gente que no le tiene miedo a los terremotos, va a donde está el
Cristo y se queda con la tranquilidad maravillosa de toda la vida” agrega el
Chalchalero.
“La
fiesta del Milagro tiene una maravilla que es que en esos diez días toda la población
está equiparada. No hay ninguna diferencia ni económica, ni social, de nada. Toda
la gente va y reza y se codea y empuja porque antes que nada está el Cristo.
Hay que verla a la procesión porque es una maravilla. Yo calculo que habrán ido
entre quinientas y seiscientas mil personas. Lo que se le pide, lo que se le
agradece, lo que representa para todo el pueblo de Salta es algo que hay que
vivirlo”.
Hacía
21 años que por compromisos artísticos Juan Carlos no iba a la Fiesta. “Y este
año dije ‘tengo que estar ahí con mi patrono’. Y es una maravilla; es el único
lugar donde no hay ningún tipo de preferencia, que porque yo sea cantor voy a
tener mejor ubicación dentro de la iglesia o alguien me va a dejar pasar. Nada.
Ahí nos codeamos, dejamos pasar al que puede pasar, pero somos una sola persona
devota y no importa quién es: si es doctor, abogado, si es peón, lo que sea”.
Salta
lo tuvo de gobernador al Señor del Milagro y figura en un libro de Antonio
Zinny sobre gobernadores argentinos. En el siglo pasado, don José María Todd
era el gobernador y le avisan que tropas tucumanas invaden el sur de la
provincia. “Él sabía que el vicegobernador le quería ocupar el puesto, entonces
antes de partir con las milicias hace sacar la imagen del Cristo de la catedral
hasta la puerta para que bendiga las tropas y ante escribano público le
deposita el bastón del mando en los pies del Cristo y lo nombra Gobernador
–continúa el Chalchalero-. Vuelve a los veinte días y retoma el mando. Como lo
nombró gobernador ante escribano público figura como tal y la crónica policial
relata que es la época en que menos delitos hubo en la provincia. La gente le
tiene tal devoción y tal respeto al Señor del Milagro”.
“Las madres de todos los salteños -y mi madre-
cada vez que uno se va de Salta dicen `hijito, andá a despedirte del Señor del
Milagro’, y uno tiene que ir a rezarle un Padrenuestro aunque sea y contarle
que uno se va. Y cuando uno llega, la madre empieza ‘hijito, andá a saludarle
al Señor del Milagro’. Lamentablemente mis hijos ya se han criado aquí (en
Buenos Aires), pero yo les voy contando para que ellos vayan sabiendo lo
maravilloso que es esto de estar con la fe latiente constantemente”.
La
fe es cosa seria para Saravia y, a la vez, algo sumamente sencillo. "Yo
siempre digo que el hombre que vive sin fe es el hombre que está perdido en esa
maraña de no saber qué es, quién es, adónde va. La fe es maravillosa. Por
ejemplo, cuando nos casamos –me casé de 22 años- con mi mujer tuvimos un niño y
al año se nos murió de un virus, la púrpura. A los cinco meses nace la segunda
hija, y al año viene la epidemia de parálisis infantil y también le agarra a
ella. Me rebelé un poco, porque en un examen de conciencia dije ‘tan malo no
soy como para que me toquen estas cosas’. Después comprendí que son angelitos
que han ido y son los que protegen a toda mi familia. Yo asumí que son los
ángeles de la guarda de sus hermanos. Así que todas las mañanas les pego una
rezada y comprendí que estos chicos se murieron por llamados de Dios para que
entendiese yo que no todo es tan lecho de rosas en la vida, que tiene que haber
montones de altibajos y me hace comprender que todo lo que sucede en la vida
hay que vivirlo y sentirlo. Todas esas cosas que en su momento son muy serias,
muy bravas, se borran con la primera alegría que nos dan. No se borran
definitivamente; se borra ese momento y queda como un recuerdo muy hermoso lo
que fue”.
Desde
la fe el cantor tiene un mensaje claro para la juventud: “Lo que les puedo
decir a los chicos es que la vida es muy cortita. Que se animen a afrontarla,
que no tengan esos temores espantosos de tratar de buscar a través de un
estimulante o de alguna cosa para no sufrirla. Hay que sufrir la vida; es muy
corta y llena de sufrimientos. Pero también llena de alegría. La alegría que
nos da la esperanza, la fe, y creer que uno está en manos de Tata Dios”.
“Yo
creo que perdurar cincuenta años es un milagro de Dios. Lo más patente que me
pasa a mí es saber que esto no es por la obra de cuatro tipos cantores; no. Hay
un milagro de Dios que nos hace seguir cantando con el acompañamiento del
afecto de la gente”, dice con referencia al más de medio siglo de vida del
conjunto, del cual él es el único integrante fundador que perdura.
Folklore y religiosidad están muy
unidos. Saravia dice que “hay canciones que hablan sobre hechos, le cantan a
los angelitos. Se muere un niño y no se hace una fiesta pero sí hay música y se
le canta al angelito para que el angelito no termine de irse y acompañe a toda
la gente. Parece una barbaridad pero es casi una alegría –no para los padres,
pero sí para la gente- que alguien se haya muerto y se convierta en angelito
para que los cuide y proteja a todos. Eso le hace entender a uno que le está
dando al Cielo la posibilidad de un espíritu bueno que los va a acompañar a
todos. Yo creo que no hay pueblo más necesitado que aquél que más fe tiene; en
cualquier parte del mundo. Uno lo ve en Kosovo, donde la gente no tiene más que
rezar y pedirle a su Dios. Medjugorje es un caso patente”.
“Hay canciones muy bellas que le cantan al
Niño Dios, que le cantan a la Virgen, que cantan por imaginación cómo fue la
huida a Egipto, gente que no tiene la menor idea de dónde queda Egipto; le
habrán llegado de España algunas coplas y las han amoldado a la zona. Hay
tantas coplas que hablan de lo religioso, coplas serias, coplas sublimes,
coplas en broma. En Colombia he sentido una copla popular que dice ’ayer te persignaste, mis ojos fueron
testigo. Me gustaría besarte donde dices
enemigo’. Yo lo decía en el escenario y muy poca gente caía en cuenta.
Y ellos tres un día me dicen ¿en qué momento se dice enemigo? El persignarse es ‘Por la señal de la Santa cruz, de
nuestros enemigos’... Si hay algo más puro que eso...”, explica este profesional
del folklore que no se siente un artista: “Yo siempre digo que todavía no hemos
aprendido a ser artistas. Seguimos
siendo gente, no más. Es muy agradable”.
“Sinceramente
me siento gente, no más. Lo mucho o poco que yo tengo se lo debo a la gente y
se lo debo a Dios. Entonces, siento una gran felicidad cuando puedo ayudar a
gente económicamente, visitándola”, completa.
Entrevista y fotos: Guillermo J. Defranco
Recuadro:
CON EL PADRE MARIO.
Juan Carlos, Saravia contó además su testimonio
acerca del padre Mario Pantaleo, a quien conoció en ocasión de la enfermedad
del Chalchalero fallecido, Ernesto Cabeza. “Yo no creía. Cuando Ernesto ya no podía tragar sólidos, la mujer me
llama y me dice ‘el médico me ha dicho que ya no tiene solución, que hay que
operarlo, sacarle el esófago, medírselo y hacerle milimetralmente un esófago de
plástico‘. Pero Ernesto no quería operarse y entonces me dice ella del P.
Mario. Un día nos recibió a las seis de la mañana. Era un hombre que no impresionaba para nada, ni con algo de santidad
ni nada. Me pasó el péndulo sin que yo se lo pidiera. Además, no quería que
me lo pasara, a ver si tenía algo fulero... Yo estaba al lado de Ernesto, le
pasó la mano por la garganta y la espalda y me pregunta si yo lo veía mejor. Le
digo ‘vea, padre, yo soy daltónico; no veo el cambio de rubor de la gente, no
sé si está mejor o no de semblante’. Me pasa el péndulo y me dice ‘tenés razón,
tenés más daltonismo de este ojo que del otro. Todo lo demás, estás bárbaro’. Pero me dejó con una tranquilidad
maravillosa que me dijera que no tenía nada. Fue la única vez que fui a
González Catán y lo conocí. Al cabo de cuatro o cinco meses Ernesto empieza a
tragar sólido, a comer asado. El médico le había dicho que si no se lo operaba
ya, no duraba tres meses”. Pese a la mejoría, Cabeza muere derrotado por una
gripe durante una ausencia temporal del P. Mario.
G.D.