viernes, 6 de octubre de 2017

Si la vas a hacer, hacela bien

Tengo la suerte de no cometer demasiados desatinos cuando voy manejando. Más fortuna que pericia, cuatro viajes semanales al centro porteño constituyen una buena cosecha de anécdotas de tránsito donde rara vez soy el protagonista. Pero el jueves pasado me tocó a mí y acá voy:

Voy cada día por avenida 9 de Julio hasta Bartolomé Mitre, doblo a la derecha para tomar la colectora (Pellegrini) y poder doblar a la izquierda en Perón. Ya unos ciento cincuenta, doscientos metros antes procuro colocarme en el carril que me permitirá hacer la maniobra sin demasiado sobresalto, y claro que no soy el único.
Av. 9 de Julio y Rivadavia. Mandate tranquilo que es contramano.

Este jueves iba detrás de otro auto cuyo conductor, como yo, ya había colocado la luz de giro. Al llegar a la esquina, dobló y yo detrás de él. Oh sorpresa, la calle no era Mitre sino Rivadavia (una antes) y, por lo tanto... ¡contramano!
Entre mi sorpresa, el espanto de María (mi compañera de trabajo y de viaje) y los autos y motos que se me vendrían encima ni bien cambiara la luz del semáforo, sólo atiné a volantear como para poder escapar apenas tuviera luz verde el tránsito de Rivadavia.
Busqué desesperado si había policía observando, y si bien no vi ningún uniforme, a dos metros de mi ventanilla encontré una cara conocida: la del Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, quien caminaba junto a una dama muy seriamente, desentendido de lo que pasaba a su alrededor.
"Bueno -pensé- Si algún 'zorro' me viene con una infracción puedo alegar que si el propio Jefe máximo de la ciudad no objetó mi maniobra, nada puede hacer el, que no es más que un simple empleado".
No me ando con chiquitas: si infracciono, no lo hago delante de cualquiera, como verán.

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