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martes, 3 de octubre de 2017

La vieja radio sigue latiendo

Parece que era cierta, nomás, aquella idea infantil de que había unos tipitos así de chiquitos dentro de la radio de cuando éramos chicos que hablaban, cantaban o tocaban música cada vez que el aparato era encendido. Y que cuando era apagado, se dormían en su interior, acurrucados en un rincón a la espera de que la perilla volviera a la posición de encendido.

La Philco Tropic presidía la cocina de casa.

Hace un par de domingos, cuando la Philco Tropic con gabinete de baquelita que vivía en aquella repisita casera en lo alto de una de las paredes de la cocina volvió a ser enchufada y encendida, después del ineludible tiempo de espera para que las válvulas se calentaran y una tormenta ruidosa desempolvó el parlante, girando el dial se oyó la voz inconfundible de un locutor de aquellos tiempos en los que a estos señores se los llamaba speakers.

Recuerdos en el éter
Era un programa de tangos en la mañana dominica y si no fuera porque en algún momento la voz de Arturo Furnó identificó a la emisora como Estación 8-20 transmitiendo -desde Lomas de Zamora- el programa Cuando tallan nos recuerdos, el cronista estaba creído que se trataba de una propalación al éter de radio Stentor, o Prieto, o Porteña...

El tono, la prosa y la cadencia del locutor parecían traídos de un tiempo lejano. La tormenta eléctrica que se abatía aquel día contribuía a recrear una transmisión de aquéllas, y si algo faltaba al cuadro nostálgico, era el sentimiento del conductor del programa. "Escuchamos la voz de Fulanito de Tal, que nos dejara lamentablemente en tal fecha"... "Era Mengano, que se fue con el Señor tal otro día"...

Y el clímax fue -y cómo no- tras escuchar a Carlos Gardel en Arrabal amargo: Furnó se despachó con un "Gracias por estar en mi programa, querido papá de todos los cantores".

Una radio en el hogar
A través de ese receptor radial supimos ser parte de Calle Corrientes, La revista dislocada, El show del minuto, La gallina verde, Rulos y moños, Charlando las noticias, Rapidísimo, Mañanitas camperas, Fontana show, La vida y el canto... aquellos programas que se escuchaban en casa durante los años '60 y principios de los '70 y por los cuales el escriba empezó a sentirle el gustito a eso que es la radiofonía.

Por esa radio supimos de Horacio S. Meyriale, de Blakie, de Roberto Gil, de Sandrini, de Délfor, Garaycochea, Merellano, Ricardo Jurado, Julio Lagos, Héctor Larrea, Jorge Fontana, Rina Morán, Horacio de Dios, el peruano Guerrero Marthineitz, María Esther Vignola, Antonio Carrizo, Jorge Vaccari...

También supimos, cómo no, del derrocamiento del presidente Arturo Illia, circunstancia ésta y otras similares que ameritaban correrse hasta el principio del dial para sintonizar radio Colonia con el estilo inconfundible de Ariel Delgado en la locución de noticias.

Hay unos tipitos adentro
Los domingos la radio parecía preparada sólo para propalar tangos o carreras de Turismo de Carretera. Rara vez el fútbol se metía en su rutina de Rivadavia, Continental, Belgrano, El Mundo, Splendid o Provincia.

Por eso, porque en esa Philco escuchamos a Julio Sosa, Alfredo De Ángelis, Darienzo, Basso, Fresedo, no nos sorprendió que el dos por cuatro brotara con afán cuando muchos años después volvimos a encenderla. Es que aquella fantasía de los tipitos habitando la radio parecía recrearse y hasta confirmarse. No podía ser que después de tantos años, con lo mucho que ha cambiado la radiofonía, en la vieja radio volvieran a escucharse tangos de aquella época y en un programa de estilo tan cincuentero.

Es que la magia de la radio sigue viva. Eso es evidente. Gracias a Dios.



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