Si bien no hace mucho que hablé de la amistad en este espacio, quise rescatar este otro texto elaborado el año pasado. Fue para el programa radial Hablando de City Bell y acá lo ilustro con una foto de enero de 1976 que Bernardo Heras rescató del olvido o del fondo de algún cajón. El comentario dice lo siguiente:
La semana pasada, en nuestra
versión “no
vinimos pero estamos” del
programa, hablábamos de la amistad a propósito del Día del Amigo celebrado un
día antes.
Tal vez por el hecho de haber
grabado el comentario y no haberlo hecho en vivo, quizás por haberlo hecho antes
de la celebración propiamente dicha, nos quedaron montones de reflexiones dando
vueltas.
Observamos este año que, por
alguna razón, la fecha estuvo presente mucho más que en años anteriores. Claro
que tal vez sea una sensación nuestra, aunque sí es pie suficiente para
despachar unos párrafos. Tal vez el estar parados en un punto de la vida en el
cual podemos reflexionar en la casi certeza de que tenemos más pasado que
futuro; quizás porque aún sintiéndonos jóvenes nuestras canas delatan nuestras
cinco décadas largas disfrutando de la vida y por eso mismo realimentamos
nuestros afectos y nuestra sensibilidad, el reciente día del amigo fue más
intenso que otros.
No tuvimos grandes
celebraciones. Apenas si nos reunimos a celebrar los cincuenta años de amistad
con Gabriel Lamanna (y nuestras respectivas parejas), y valorar el poco frecuente
caso de haber compartido desde jardín de infantes (colegio Estrada, 1966) hasta
quinto año de la Facultad (Periodismo, 1984), paréntesis del servicio militar
mediante. Y con las idas y venidas, con las cercanías y las lejanías,
descubrimos que cinco décadas después el afecto sigue limpio, vivo, palpitante.
Un par de meses atrás habíamos hecho lo
mismo con Bernardo Heras: cincuenta años de conocernos, de haber compartido
ideales, locuras juveniles –dice el tango- de sabernos a la distancia del
tiempo, pero con el cofre intacto del tesoro de la amistad y del afecto ahí,
fresco, intacto.
La calle 13, la calle 22 y la diagonal
Jorge Bell cruzan nuestros sentimiento como portadoras de esas amistades, de
esos afectos de medio siglo que hoy queremos poner en primer plano. Como lo
fueron y lo siguen siendo Pellegrini, 12, 16, Alvear, 7… que atesoran también
queridas amistades que fecundaron el afecto.
Pensábamos que no es tiempo para
desperdiciar nada. Que si algo de valor podemos y debemos atesorar, es el
afecto, la amistad. No somos ricos si no los tenemos en el corazón. Si no los
cultivamos en francas caminatas por City Bell; si no los reposamos en un banco
de plaza, si no los extendemos bajo un cielo estrellado y citybellino, donde la
tierra es particularmente fértil para hacerlos germinar.
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28 jul
16