Pensar
seriamente en el futuro de City Bell nos lleva a tener muy presente su pasado.
Con 111 años de vida como comunidad, hemos tenido la dicha de beber nuestra
historia de manera casi directa desde sus protagonistas, aquellos pioneros que
hundieron sus pies en la tierra de lo que fuera la Estancia Grande de Jorge
Bell. Y de los hijos de aquellos
fundadores que, por fortuna, aún comparten con nosotros la cotidianidad de la
vida pueblerina.
Fue
en la década de 1990 cuando la aparición del semanario City
Bell-Hechos&Personajes (una bellísima aventura periodística que perdura en
el recuerdo) comenzó a remover la pelusa del tiempo acumulada sobre anécdotas,
relatos, viejas fotografías y añejas publicaciones. Y seguramente que sin
proponérselo, CB-H&P fue el disparador de una corriente de interés y de
propagación históricos tanto en antiguos vecinos como en nuevas generaciones
que eligieron nuestra comarca para asentar sus familias.
Días
atrás conversábamos sobre el pasado y el presente del pueblo con la periodista
e ilustradora Cristina Ramos. En torno a la mesa de un café de moda ubicado
frente a una de la casas centenarias de las calles 8 y 15 –hoy, albergue de una
pizzería- al tiempo que discurríamos sobre la necesidad de no perder el pasado,
ella consultaba acerca de los edificios relevantes que habría de incluir en un
trabajo sobre las casas históricas citybellinas,.
Quiérase
o no, estamos en un tiempo de recambio generacional en City Bell. En un hipotético
relevamiento vecinal, con seguridad hoy deben ser más los “nuevos” que los
“antiguos”, los llegados en los últimos años que los “nacidos y criados”.
Quienes caminábamos la treintena de edad cuando comenzó este proceso de contar
la historia, seguimos siendo jóvenes pero con seis o siete décadas en nuestro
haber y una larga lista de limitaciones en materia de salud. Es hora, incluso
contra nuestra voluntad, de plantear el desafío, de arrojar el guante y rezar
para que alguien lo recoja.
Aún
con ese mismo guante en nuestra mano, aún cuando no lo hemos arrojado todavía,
nuestra interlocutora –que no es vecina de City Bell pero cada día lo ama más-
entendió nuestra preocupación y la hace propia. Tenemos el pálpito de que esa
mesa de café, escenario de esa conversación entre dos desconocidos preocupados
por el futuro del pasado, acabará siendo el lugar de nacimiento de una nueva
generación de guardianes de la historia.
Cuando
en torno al 10 de mayo próximo –conmemoración de la fundación de nuestra
localidad- demos algunas charlas referentes a la efeméride y a la identidad
local, la inquietud será planteada de manera abierta y frontal. Hay, además de
la tradición oral, mucho material artístico y documental sobre el pasado de
City Bell en busca de curadores y de valientes que se carguen al hombro el
riquísimo pasado local, que no quiere ni debe perder su idiosincrasia y su
identidad.
Guillermo Defranco
17 mar 2025
Ilustración: edificios históricos de City Bell; cerámicas de María Elena Paunero