domingo, 18 de junio de 2017

Próceres


Todos, de alguna manera, encumbramos la figura de nuestro padre, más aún si ya no lo tenemos con nosotros. 

No digo que le haríamos un monumento pero estoy seguro de que con el socorro del tiempo, que ayuda a decantar las cosas negativas, redescubrimos sus virtudes y las revalorizamos. Y con orgullo las comentamos o las mostramos con las personas cercanas. 

Tratamos de remarcar su pertenencia a la comunidad, y recordarlo es como leer un trozo de su vida, es como elevarlo a la categoría de prócer, por lo menos familiar.

Hoy, Día del Padre en nuestro país, quise retomar este párrafo escrito y publicado hace un año y acompañar la foto de mi papá Humberto junto al suyo, mi abuelo José.

sábado, 10 de junio de 2017

La radio siempre presente

En este trance de la convalescencia -me encamino a los dos meses de reposo primero absoluto, luego me levantaba sólo para comer, luego mitigado y ya tengo permiso ahora para caminar algunas pocas cuadras- he hecho cosas que jamás hice, como ver películas enteras en la tele.

En ese contexto hace un par de semanas mi amigo Fernando Arias España hizo lo que su espíritu de vecino, solidario y radioaficionado le inspiró: me trajo un dvd con la película "Si tous los gars du monde" (Si todos los hombres el mundo) filmada en 1956 por el francés Christian Jaque.

Brevemente: quince pescadores entre los que hay italianos, franceses, bretones y un africano contraen botulismo en alta mar y su vida dependerá de la medicación que se les pueda hacer llegar en un lapso de doce horas cuando ellos están a dos días de la cosa noruega.

Llamados reiterados de radio, un radioaficionado que capta el S O S en Togo y entonces la historia se convierte en la gran carrera que éste y otros radioamateurs emprenden para conseguir un médico que los diagnostique a través de las ondas hertzianas, dé las indicaciones médicas y se sumen otros eslabones que incluyen azafatas pilotos, civiles y militares que en algún caso juega su vida para hacer llegar la medicación a un avión que partirá desde el lado comunista de Berlín. Todo eso antes de transcurridas doce horas desde el momento el diagnóstico.

La solidaridad entre desconocidos en tierra, los caracteres (des)encontrados abordo con la muerte respirándoles en la nuca, y el final feliz previsible para una historia donde el verdadero protagonista es la radio como medio alternativo, eficiente y solidario de comunicación.

Yo no estoy en el Lutecia (nombre del barco en cuestión), pero le agradezco a Fernando la visita, la lata de yerba y la película con que vino provisto para ayudar a mi cura. 5-9 lo suyo, colega, haciéndote presente aún sin necesidad de prender tu radio.

Si gustan, acá está el link de la película:
 http://extremp3.com/GY5pLSeZhkA@Si_todos_los_hombres_del_mundo_Francia_1956.html

viernes, 9 de junio de 2017

Hagámoslo realidad

Foto de 1915, aparecida en el mensuario City Bell en 1942.
Podría decir que este artículo se empezó a escribir hace veinte años. Fue en octubre de 1997 cuando colgaron un cartel de venta en la ventana del primer piso de la casona de. Por ese entonces la vivienda estaba desocupada, casi que abandonada, como si en su entorno se ignorara que en la esquina de Cantilo y calle 7 se erige la primera edificación de City Bell. Lo que se dice la casa fundacional del pueblo, desde la cual la compañía urbanizadora administró la incipiente villa y en la cual moraban el administrador Tobías Büchele y su familia.


Ese caserón de 1914, de particular estilo, engalanado por entonces y desde tiempos lejanos de amarillo y rojo oscuro, sería el inicio de la historia edilicia y administrativa de nuestra ciudad y conservaba en su interior, por lo tanto, buena parte de nuestro patrimonio histórico y cultural.

Así la conocimos durante décadas.
Hace veinte años yo escribía en el semanario Hechos y Personajes y desde esas páginas insté a que alguien, desde el ámbito oficial o el privado, procurara que el inmueble fuera recuperado para el uso público, en lo posible con un destino cultural. Andrés Rivelli, director del semanario, decidió que el tema fuera noticia de tapa.

     1997 era, como éste, año electoral; se renovaban parcialmente los diferentes cargos legislativos y tal vez por eso una agrupación política aceptó el reto, recogió el guante y alquiló el inmueble para instalar el Centro de Estudios Sociales “Carlos Auyero”, un espacio intelectual que, era evidente, tenía su connotación ideológica pero fue presentado como abierto a todos los pensamientos.

     La patriada duró poco: la falta de fondos para mantener el edificio y pagar los servicios básicos le dio una pincelada de realismo al idealismo. O al oportunismo.

Después de algunos años con destinado comercial luego de haber pasado por un proceso de restauración –son otros sus propietarios-, la casa luce un nuevo cartel que la ofrece en alquiler.

     Hoy la conciencia de identidad local es otra. Se ha consolidado en los últimos años quizás por propia madurez, quizás como un modo de resistir al avance descontrolado de locales comerciales -y en particular, del rubro gastronómico- que en nombre de una dudosa fachada turística viene devastando no sólo la arquitectura sino aquello que atrajo a tantos residentes a la comarca: la tranquilidad del lugar, la sociabilidad de sus vecinos.

La casa, hoy. (Foto: Andrés Vendramín.
     El hecho de que la histórica construcción esté en alquiler nos hizo soñar nuevamente. ¿No será tiempo de que alguien reaccione y se haga lo necesario para que se la declare de interés público? Señores concejales, estimados diputados provinciales, el llamado es para ustedes o para algún filántropo que aporte lo necesario para poder acceder a esa propiedad.

     Estamos seguros que puede funcionar como centro de información turística e histórica, como pequeño museo elemental sobre nuestro pueblo, como centro de exposiciones de arte y disertaciones. ¿No es tiempo de que nos regalemos lo que nos merecemos?

     Debemos entender que nos toca la responsabilidad de defender aquellos ladrillos que asentaron uno sobre otro aquellas manos pioner


as y laboriosas que hace ciento tres años comenzaron a construir este City Bell que tanto defendemos, que tanto nos duele que nos lo arrebaten de nuestras vidas delante de nuestros propios ojos.

     Me gusta y defiendo un City Bell moderno para sentarnos a una mesa y charlar con amigos o la propia familia. Pero nuestra identidad reclama, también, preservar el medio histórico. Y la indiferencia que aparentemente produce el hecho de que la construcción más antigua de City Bell se convierta en una nueva cervecería es una nueva señal, palpable y alarmante, de la pérdida de nuestro pasado.

Intuyo que ya no es una utopía. El tiempo ha decantado las cosas lo suficiente como para que nos sintamos capaces de esta conquista. Si algo hemos crecido y progresado desde 1997, es hora de que lo demostremos, de que intentemos lo que parece inalcanzable, imposible. Para eso sirven los sueños, para asirnos a ellos y no soltarlos hasta hacerlos realidad.

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