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Foto de 1915, aparecida en el mensuario City Bell en 1942. |
Podría
decir que este artículo se empezó a escribir hace veinte años. Fue en octubre
de 1997 cuando colgaron un cartel de venta en la ventana del primer piso de la
casona de. Por ese entonces la vivienda estaba desocupada, casi que abandonada,
como si en su entorno se ignorara que en la esquina de Cantilo y calle 7 se erige
la primera edificación de City Bell. Lo que se dice la casa fundacional del
pueblo, desde la cual la compañía urbanizadora administró la incipiente villa y
en la cual moraban el administrador Tobías Büchele y su familia.
Ese
caserón de 1914, de particular estilo, engalanado por entonces y desde tiempos
lejanos de amarillo y rojo oscuro, sería el inicio de la historia edilicia y
administrativa de nuestra ciudad y conservaba en su interior, por lo tanto,
buena parte de nuestro patrimonio histórico y cultural.
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Así la conocimos durante décadas. |
Hace
veinte años yo escribía en el semanario Hechos y Personajes y desde esas
páginas insté a que alguien, desde el ámbito oficial o el privado, procurara
que el inmueble fuera recuperado para el uso público, en lo posible con un
destino cultural. Andrés Rivelli, director del semanario, decidió que el tema
fuera noticia de tapa.
1997 era, como éste, año electoral; se
renovaban parcialmente los diferentes cargos legislativos y tal vez por eso una
agrupación política aceptó el reto, recogió el guante y alquiló el inmueble
para instalar el Centro de Estudios Sociales “Carlos Auyero”, un espacio
intelectual que, era evidente, tenía su connotación ideológica pero fue
presentado como abierto a todos los pensamientos.
La patriada duró poco: la falta de fondos
para mantener el edificio y pagar los servicios básicos le dio una pincelada de
realismo al idealismo. O al oportunismo.
Después
de algunos años con destinado comercial luego de haber pasado por un proceso de
restauración –son otros sus propietarios-, la casa luce un nuevo cartel que la
ofrece en alquiler.
Hoy la conciencia de identidad local es
otra. Se ha consolidado en los últimos años quizás por propia madurez, quizás
como un modo de resistir al avance descontrolado de locales comerciales -y en
particular, del rubro gastronómico- que en nombre de una dudosa fachada
turística viene devastando no sólo la arquitectura sino aquello que atrajo a
tantos residentes a la comarca: la tranquilidad del lugar, la sociabilidad de
sus vecinos.
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La casa, hoy. (Foto: Andrés Vendramín. |
El hecho de que la histórica construcción
esté en alquiler nos hizo soñar nuevamente. ¿No será tiempo de que alguien
reaccione y se haga lo necesario para que se la declare de interés público?
Señores concejales, estimados diputados provinciales, el llamado es para
ustedes o para algún filántropo que aporte lo necesario para poder acceder a
esa propiedad.
Estamos seguros que puede funcionar como
centro de información turística e histórica, como pequeño museo elemental sobre
nuestro pueblo, como centro de exposiciones de arte y disertaciones. ¿No es
tiempo de que nos regalemos lo que nos merecemos?
Debemos entender que nos toca la
responsabilidad de defender aquellos ladrillos que asentaron uno sobre otro
aquellas manos pioner
as y laboriosas que hace ciento tres años comenzaron a
construir este City Bell que tanto defendemos, que tanto nos duele que nos lo
arrebaten de nuestras vidas delante de nuestros propios ojos.
Me gusta y defiendo un City Bell moderno
para sentarnos a una mesa y charlar con amigos o la propia familia. Pero
nuestra identidad reclama, también, preservar el medio histórico. Y la indiferencia
que aparentemente produce el hecho de que la construcción más antigua de City
Bell se convierta en una nueva cervecería es una nueva señal, palpable y
alarmante, de la pérdida de nuestro pasado.
Intuyo
que ya no es una utopía. El tiempo ha decantado las cosas lo suficiente como
para que nos sintamos capaces de esta conquista. Si algo hemos crecido y
progresado desde 1997, es hora de que lo demostremos, de que intentemos lo que
parece inalcanzable, imposible. Para eso sirven los sueños, para asirnos a
ellos y no soltarlos hasta hacerlos realidad.