lunes, 16 de abril de 2018

Hace 10.957 días


El nombre del mes en el que estamos, abril, deriva del latín "aprilis" y éste de "aprire" (abrir), porque es la época de la primavera nórdica en la cual comienzan a abrir las flores, a desarrollarse la vegetación. Acá, en el sur órbico, es otoño y, muy a pesar del calentamiento global, las plantas tienden más a ser oclusivas que aprilistas.

         Pero lo que sucedió hace 1564 semanas resultó bien primaveral. Hace treinta años todavía se diferenciaban bastante bien los cambios de estación y dado que estaban en otoño, ella decidió estrenarse el pulóver color magenta que había comprado en la liquidación de El Siglo, durante los últimos latidos de la por entonces prestigiosa casa de ropa masculina. Habían ido a revolver estanterías, muebles y trastos viejos para nutrir la escenografía de una obra de teatro y ella aprovechó la ganga del abrigo de lana, cuello redondo.

         Pasaron 360 meses y les parece que fue ayer cuando encararon el paseo por San Telmo. Escucharon a músicos y poetas, apreciaron a otros artistas, vieron infinidad de antigüedades, lo mismo que a personajes que por su atuendo o actitud llamaban por mucho la atención. Y tomaron no pocas fotografías aún cuando la técnica seguía siendo con rollo de celuloide para luego imprimir las tomas sobre papel. Ese día él no pensaba en el costo del laboratorio. Simplemente encuadraba, enfocaba y gatillaba. Arrastraba con la palanca para un nuevo fotograma y nuevamente a encuadrar, enfocar y gatillar.

         Casi sin darse cuenta caminaron tomados de la mano. Algo lo deslumbraba de ella y no era su pulóver color magenta. Tal vez su peinado asimétrico, quizás sus ojos llenos de noche estrellada y su sonrisa abizcochada.

         Cuando el sol empezó a estirar las sombras guiaron sus pasos hacia el café Tortoni: claramente era una tarde vintage pero eso no era lo principal del paseo. Repusieron fuerzas, charlaron, se rieron y emprendieron el regreso a casa. Hace 10.957 días la autopista a La Plata era una quimera aún y el acceso Sudeste resultaba –créase o no- la vía más recomendable. Otros tiempos, claro.

         A mitad de camino –ya en la ruta 36- él sintió que el otoño era particularmente primaveral entre ellos. Salió a la banquina y detuvo el motor. Sudaba como en verano. Ella le preguntó si se sentía bien; él le dijo que sí pero que no podía hacer todo a la vez y la miró a los ojos. Se rieron. Ella le dijo que sí.

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17 abr 18

miércoles, 28 de febrero de 2018

Pijama party con el auspicio de IOMA

Anoche estuve en un pijama party invitado por IOMA. No fue de lo mejor, pero considero que evolucionamos mucho desde la última vez, en octubre de 2010. Dormí poco, eso sí, pero en mejores condiciones que aquella oportunidad. Les dejo mis reflexiones de aquella ocasión que titulé:
Una noche de ensueño en el Bosque
Suele parecer romántico dormir junto a un bosque: la luz de la luna, el brillo de las estrellas, el canto de las aves nocturnas, el de los grillos, la brisa leve y envolvente. Hasta podríamos tolerar el aullido lejano del lobo o la risa nerviosa de la hiena.
Pero nuestra noche bosquina nos deparó otro escenario. Frente al bosque, sí, pero en el quinto piso de un centro médico de La Plata, en dependencias del Centro de Medicina del Sueño, un lugar que no es, precisamente, de ensueño. Pero allí estábamos, protagonistas forzosos de una polisomnografía nocturna, con cobertura de IOMA como atenuante.
Lo primero a destacar es que ese piso del centro asistencial está en refacciones. Excepto el área mencionada, todo lo demás era un tumulto de cables, cañerías, yeso, materiales varios. Así que la noche -por ventura, primaveral- se colaba por las ventanas huérfanas de hojas o vidrios que se cierren.
Nos tocó como escenario una habitación que, pese a todo, contaba con las condiciones mínima de uso: una cama, una silla, un os cuantos aparatos con cables de todos los colores y un perrito de peluche muy simpático pero que, a Dios Gracias, no nos hizo falta.
La asistente del médico especialista (médica, secretaria, enfermera, técnica, o lo que sea), con un guardapolvo desprendido sobre la ropa de calle, comenzó con el ritual de desplegar cables multicolores y con un bajalenguas de madera embadurnado en una pasta sospechosa, los fue adosando, uno a uno, sobre la epidermis y el cabello del paciente: un electrodo pegado con cinta en la muñeca izquierda, dos cables con lucecita roja en la punta atados con cinta al índice derecho, otro electrodo con cinta en el pecho y más abajo una placa metálica, con cables y cinta también.
Después, otro cable en la pantorrilla y catorce más en la cabeza. Pensamos que ese cablerío, pegado con arcilla y cintas, no iba a durar nada en su lugar. Parece que la señorita pensó lo mismo, porque agarró un rollo de venda de 15 cm de ancho y lo gastó todo alrededor de nuestra cabeza. Temimos convertirnos en una momia con destino al museo de la ciudad que, al fin y al cabo, queda a pocas cuadras de allí. Pero nos dejó libre desde los ojos hasta debajo de los labios, previo instalar un electrodo con tres cabecitas a la altura del bigote.
Entonces arrimó la puerta y la habitación quedó en penumbras, y pensamos que serían ya más de la una de la madrugada y que iba a ser difícil conciliar el sueño en esas condiciones. Cuando ya el cansancio nos estaba ganando, regresó la chica del guardapolvo y nos colocó una máscara de oxígeno, conectada a una bomba que por lo "silenciosa", parecía el viejo compresor de una gomería.
Otra vez tratar de conciliar el sueño -de lo contrario, el estudio no serviría de nada- y algún chirrido se filtraba por el taparrollo de la ventana. Podría ser el de un pájaro, aunque nos inclinamos a pensar en un animal alado y volador, sí, pero nocturno y de la familia de los mamíferos.
Los despertares y las separaciones son, a menudo, dolorosos. Como a las cinco y cuarto de la mañana abrimos los ojos impulsados por el desprendimiento de los electrodos, sensores y cables. Con dolor y a los tirones nos separamos también de unos cuantos vellos.
Ya en casa, con el silencio de la familia gozando del sueño hogareño, nos buscamos en el espejo. Teníamos zocotrocos de la pasta adhesiva por toda la cabeza y pedazos de cinta debajo de la remera.
El resultado demorará diez días. Mientras tanto, trataremos de disfrutar del sueño. Relajados y a pata ancha.
*** *** ***
Esta vez me dijeron que el resultado estará en una semana. Les anticipo el veredicto: roncopatía y apneas de sueño. No soy Mandrake; soy el paciente/padeciente. Que duerman bien

lunes, 19 de febrero de 2018

Acomodando la bombilla



            Ni una hoja se movía en las ramas que asomaban por sobre la tapia. Ni un pájaro hacía el esfuerzo de piar en medio de esa tarde calurosa, densa, pesada.

-          ¿Qué pasó con la gente? –preguntó Paula, rompiendo el sopor postsiesta.
-          ¿…?
-          Digo: tanta gente que conocimos, que parecía cercana, con la que compartimos tantas cosas durante tanto tiempo, ¿dónde está ahora?

Ramiro sorbía su tereré ensillado en una cáscara de coco a modo de recipiente. La miró, se encogió de hombros y sintió que había una tristeza escondida dentro de él.

Ya otras veces habían tenido esa conversación, evocando los tiempos en que ese mismo patio de la casa era frecuentado por no pocos amigos. Recordaba que siendo recién casados, cuando vivían en el departamentito de La Plata, llegaron a meter cuarenta y dos personas en el dos ambientes de la calle 39. Hasta en el baño había gente conversando que salía cada vez que alguien necesitaba hacer uso del sanitario. Entre dos ocupantes de ese inodoro y ese bidet estuvo a punto de comenzar un romance.

Pasaron casi treinta años desde que se conocieron y comenzaron a fusionar sus vidas, a integrar hasta sus amistades. En definitiva, buena parte de ellas eran conocidos en común, compañeros de ruta, de ideales.

Luego, por esas cosas de la vida, con muchos dejaron de verse. Cada tanto alguna noticia al pasar, pero no mucho más. Con alguno que otro puede haber surgido alguna diferencia de opción de vida, pero nunca nada que dejara una herida.


Ramiro dejaba caer el agua helada en forma de fino chorro sobre la bombilla y veía cómo iba perdiéndose en la yerba húmeda hasta asomar en la superficie. El mate amargo -tanto en su versión tradicional como la de tereré- siempre había sido para él mucho más que una bebida. Aún cuando lo tomara solo, sabía que al sostener la calabaza entre sus manos estaba conteniendo a sus afectos, a los momentos compartidos, a los buenos deseos mutuos. El mate entre sus manos ahuecadas era un puñado de su historia y la de su gente querida.

En cada sorbo iba su pensamiento en Juan Carlos y en Marcelo, dos casi hermanos que partieron a destiempo cada uno en su momento, dejándole un fárrago de sabiduría como herramientas para la vida. En uno y otro la fidelidad era como el respirar cotidiano.

Ramiro siempre pensó que la amistad se forjaba de fidelidad y de confianza mutuas: nada se esconde entre amigos, y si hay algo duro que aconsejar, bueno… para eso somos amigos. ¿Habrá abusado de este principio a lo largo de estos años?, se pregunta con el mate entre sus manos, al tiempo que piensa en cuántos de sus antes cercanos tendrán algo para decirle, para reprocharle, y no se animan. “Si es así, entonces no hay amistad”, se responde a sí mismo y se seca una lágrima.

Piensa si lo suyo no serán caprichos de viejo. Pero con sus 57 años no se siente tal cosa. Bromea diciendo que transita los andariveles superiores de la juventud y que le queda mucho mate por tomar; es decir: le quedan muchos abrazos para dar a los amigos.

Pero ¿dónde están? No quiere ponerse cargoso e ir a golpearles la puerta. Tampoco quiere mendigar afectos. Amigos “amigos”, sabe que no deben ser más de tres o cuatro. Entre los que él considera portadores de ese galardón hay una historia que merece ser novelada porque atraviesa cuatro generaciones. ¿Entonces? “Nunca esperes que los demás actúen como vos lo harías”, le había dicho una vez a Paula y entendió que la regla cabía para la ocasión. “La amistad es un ida y vuelta –se dijo-, pero no siempre uno y otro recorrido tienen la misma extensión”. Y eso que nunca lo atrajo la literatura de Narosky.

Acomodó la bombilla del lado de la yerba aún seca, dejó caer nuevamente el agua por sobre el tubo de metal y vio cómo el fluido, que había desaparecido en la chupada anterior, volvía a aflorar en la boca del mate.  Y sorbió emocionado como quien recibe el abrazo de un amigo.


19 feb 18



miércoles, 14 de febrero de 2018

El amor antes de San Valentín


            Le pedí a mi hermano que le avisara a Laura que no iría al ensayo porque él me había invitado a ir a Mar del Plata por tres días y no me lo iba a perder.  No sólo le avisó sino que también la invitó a sumarse al viaje: al fin de cuentas, el motivo era el cumpleaños de una amiga en común.

            Mar del Plata estuvo bueno. Como si fuera una fotografía tengo un par de imágenes visuales que en su momento dieron pie a otros tantos escritos. Recuerdo como si fuera hoy el episodio doméstico que luego del almuerzo dio lugar al enojo de Laura con la dueña de casa. Tanto, que imaginé que le había cortado la digestión. Un par de horas más tarde una ocurrencia mía le arrancó una carcajada. “Fue como un eructito, ¿no?”, le dije, y se siguió riendo.

            Fue durante la caminata por la arena, entre gaviotas que buscaban sus trofeos en la playa al atardecer y gente jugando a la paleta. ¿Cuánto caminamos? Ufff.

            En el viaje de vuelta paramos un rato en la banquina. La ruta 2 era aún el viejo y angosto camino que nos llevaba y nos traía de la costa sin distinción de destino ni de clase. Laura tenía sus anteojos espejados y vi el atardecer reflejado en sus cristales. Un plano corto hecho foto en papel se ocupó de perpetuar el momento.


            Ella dice aún hoy que mis chistes a lo largo de ese fin de semana fueron una tortura. Pero lleva treinta años tolerándolos y festejándolos.

         Faltaba un tiempo aún para que pasara “algo” entre nosotros. Habían transcurrido pocos días desde San Valentín, el Día de los Enamorados, pero nosotros no entrábamos todavía en esa categoría y, además, nadie sabía de esa fecha en este rincón del orbe: ni Internet ni la televisión por cable o satelital eran parte de nuestra cotidianidad, penetrando nuestra cultura y nuestras costumbres como un bicho taladro horada la madera.

Después vinieron los ensayos de “Lo mejor de vos, lo mejor de mí”, la obra de teatro musical que sobre textos e ideas de Laura y bajo su dirección estaba elaborando en conjunto el grupo Belén, del cual yo era un muy novel integrante que haría la prensa.

Pero pasó que en un ensayo faltó el coprotagonista. Y tomé un libreto y le di los pies que necesitaba el protagonista para repasar su parte.  Y en el ensayo siguiente, y en el otro… hasta que me dijeron que el papel era mío.

Pero algo más estaba pasando y entonces no sólo me quedé con el rol de oficinista de ficción: también puse entre mis petates a la autora y directora. Pasaron ya seis lustros de aquellos sucesos, de esa época en la que ignorando la existencia de San Valentín y el Día de los Enamorados, comenzamos a darnos mutuamente “lo mejor de vos, lo mejor de mí” sin pensar lo lejos que podríamos llegar.  

Feliz día, chica del atardecer en los ojos.




lunes, 1 de enero de 2018

Los días contados



Desde tiempos inmemoriales el hombre usó almanaques y calendarios para organizar su vida. Entre gauchos y señoritas sin ropa, una ilusoria manera de detener el tiempo. Hacia 2008 publicaba lo siguiente en www.citybellinos.com.ar.

A doña Victoria y a don José debían gustarle los almanaques; tenían una pila de ellos colgando de un clavo inserto en una de las puertas del comedor. Cada año recibían más de un calendario de publicidad de los comercios del barrio y ellos los colgaban uno sobre otro, en ese clavo, sin retirar los de los años anteriores. Eran, mayormente, simples almanaques con una lámina en colores y las hojitas mensuales abrochadas en el margen inferior, las que debían arrancarse cada mes nuevo. Pero ellos no lo hacían; dejaban así, intactos, el de la carnicería, el de la panadería, el de la verdulería, el de la tienda, el del taller mecánico de su hijo, el de “El Buen Vasco”, negocio a donde una vez por mes y por muchos años iba el Viejo a comprar café y caramelos. Y sobre todos ellos, el reloj de bolsillo con cadena de don José, ese que en los años ‘30 había obtenido con la compra de un paquete de cigarrillos “Condal” y que solía usarlo a diario, ya sea para ir a la feria o adonde fuera.



De la gomería a la alpargata
Hay calendarios que hacen historia, no tanto por marcar el tiempo sino por su estética. La tradición y la chabacanería perpetuaron en muchos lugares los almanaques de gomería –en rigor, todos los del rubro automotor- con sus mujeres al desnudo haciéndolos no aptos para ser exhibidos en el ámbito familiar. Los de la marca Pirelli cotizan en el mercado transitando el discutido y discutible andarivel que separa lo erótico de lo pornográfico, lo artístico de lo grotesco. Agreguemos, por lo demás, que las pulposas figuras que alguna vez fueron de competencia casi exclusiva del rubro automotor, hoy son casi tan corrientes como el pato Donald y el ratón Mickey.

            En el otro extremo están los muy cotizados almanaques de la fábrica de Alpargatas, ilustrados por pinturas del pintor Florencio Molina Campos. Sus caricaturas gauchescas aún hoy son muy buscadas y reproducidas en infinidad de objetos, incluyendo nuevos almanaques cuya calidad poco y nada tienen que ver con la de las apetecidas láminas originales.

            Este cronista guarda celosamente un calendario de bolsillo desde sus tiempos de recluta, sobre el cual fue tachando, uno a uno, las jornadas que pasó bajo bandera esperando ansioso el día en que le darían la baja del Servicio Militar Obligatorio.

Almanaques y calendarios son considerados en el ámbito de la cultura como “literatura de hilo o cordel”. Una definición que no tiene nada de peyorativa y que se debe a la manera en que se exhibían para la venta estas publicaciones, colgadas con un hilo en las vidrieras de las librerías.

Pero han pasado siglos –y hasta algún milenio- desde el origen de los calendarios y muchas fueron las maneras de organizar el tiempo en días, semanas, meses, años. Nuestro calendario actual y occidental es el llamado “gregoriano”, sucesor del original “juliano”.

Almanaques y calendarios
Los calendarios nacieron para organizar el tiempo y, con él, las actividades de la sociedad. Para los primeros hombres, la sucesión del día y de la noche y de las fases de la Luna fueron los parámetros iniciales a partir de los cuales establecer un calendario. En la actualidad prevalecen aquellos inspirados en el ciclo que describe la Tierra alrededor del Sol y por eso mismo se los denomina “solares”. Para aquellas civilizaciones cuya subsistencia se basó en la agricultura, el calendario vino a cubrir una necesidad importante.

Un almanaque, a diferencia del calendario, es una publicación anual que contiene información sobre algunos temas determinados, ordenados a partir de un calendario. Se pueden encontrar datos astronómicos y diversas estadísticas, información de los movimientos del sol y de la luna, eclipses, días festivos y cronologías. Desde hace décadas se editan almanaques con toda la información de cada uno de los países del orbe, la síntesis noticiosa del último año e infinidad de información de interés general. La palabra “almanaque” proviene de la árabe al-manaakh, "el clima," reflejando su propósito original de ser útil para la agricultura, proporcionando información sobre las estaciones y el clima.

El precursor del almanaque fue el Parapegma, un calendario climático griego. Ptolomeo escribió un tratado –Phaseis ("fases de las estrellas y colección de los cambios climáticos" es la traducción completa de su título)- donde aparece una lista de cambios climáticos en las estaciones regulares, las primeros y últimas apariciones de estrellas y constelaciones al amanecer y al anochecer y eventos solares tales como los solsticios, organizados de acuerdo al año solar.

Con anterioridad los egipcios incursionaron en la materia a principios del tercer milenio a.C., ante la necesidad de predecir la crecida del río Nilo; fueron pioneros en este menester e increíblemente idearon un calendario de 365 días, dividido en tres estaciones, meses de 30 días y períodos de diez días.

Ya en tiempos del imperio romano se acordó usar un calendario de 304 días distribuidos en diez meses (seis meses de 30 días y cuatro de 31)que requería ser reajustado anualmente en el último mes, no siempre siguiendo un criterio astronómico. Tanto era el error que arrojaba, que el invierno caía en el otoño astronómico.

Julio César fue quien reformó el calendario romano, buscando subsanar esa falla. Así se cambió el calendario de 10 a 12 meses, iniciándose en enero y no en marzo. Agreguemos que así surgen el mes de abril –en honor a la diosa Afrodita- y el de mayo -por la diosa Maia, madre de Mercurio-.

 

El calendario juliano

Se dice que Sosígenes de Alejandría colaboró con Julio César en la reforma del calendario y en fijar las estaciones y fiestas romanas correspondientes en concordancia con los movimientos astronómicos.

El nuevo calendario se implantó en el año 46 a. C. con el nombre de Julius, en honor al emperador Julio César. Ese año inicial fue un largo año: tuvo 445 días  en lugar de los 365 normales para corregir los errores de arrastre del calendario anterior. Los años del nuevo calendario constaban de 365 días y cada cuatro años se agregaría un día: se llamaran años “bisiestos”, porque se fechaban dos días consecutivos como 24 de febrero (último día del calendario romano de ese entonces). Ese 24 de febrero se llamaba “ante diem sextum kalendas martias” y cuando era año bisiesto, el día adicional se llamaba “ante diem bis-sextum kalendas martias”; de allí el nombre de “bisiesto”. El cálculo de los días era inclusivo: se contaba el día de partida y el de llegada, ya que los romanos no conocían el número 0 (cero), que no llegará a occidente hasta la invasión mora.

El calendario juliano –muy cercano a la exactitud científica- consideraba que el año estaba constituido por 365,25 días, mientras que la cifra correcta es de 365,242189, es decir 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos. Esos más de 11 minutos contados adicionalmente a cada año habían supuesto en los 1257 años que mediaban entre 325 y 1582, un error acumulado de aproximadamente 10 días, que fueron tenidos en cuenta por el calendario gregoriano.

 

La manera de contar los días siguió la tradición romana hasta que los visigodos introdujeron la costumbre de numerar los días, que adoptó Carlomagno. No obstante, hasta bien entrada la Edad Moderna, la manera de referirse a un día concreto era aludiendo al santo que se conmemoraba. Así, por ejemplo, era muy común encontrar expresiones como "llegamos el día de san Froilán". Y de allí, la costumbre ya casi en desuso, de consignar el santoral en los calendarios e imponer a los recién nacidos el nombre el santo conmemorado ese día.

 

            En el 321 de nuestra era, Constantino implantó la semana de siete días  copiada de los mesopotámicos, establecida en base a los planetas (tomados por tales el sol y la luna) que se podían observar desde la tierra: domingo, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. Esta división, con el tiempo, se difundiría en todo el mundo moderno.

 

Calendario gregoriano

Los diez días de error acumulados durante la vigencia del calendario juliano desaparecen en el momento en que se adopta la reforma gregoriana, la cual establece una nueva fórmula para el cálculo de los años bisiestos, de manera que al jueves 4 de octubre de 1582 del calendario juliano le sigue el viernes 15 de octubre de 1582 del actual calendario gregoriano. Los diez días faltantes, se los tragó la tierra.

Algunos países adoptaron la reforma varios años después de 1582. Por ejemplo Rusia, que esperó hasta el jueves 14 de febrero de 1918, que sucedió al miércoles 31 de enero, logrando la curiosidad de que la Revolución Rusa de octubre de 1917 sucediera en noviembre para el resto de países que ya se regían por el nuevo calendario.

La migración de un sistema a otro no fue simultánea, como hemos dicho, y gracias a ello se generaron aparentes y curiosas coincidencias que en realidad no lo son. Por ejemplo, en España el calendario gregoriano se convirtió en oficial en 1582, mientras que en Inglaterra (y sus dependencias) no los sería hasta 1752. Por tanto, el Día Internacional del Libro que se celebra el 23 de abril por la coincidencia del fallecimiento de William Shakespeare y de Miguel de Cervantes, no resulta tal cosa. Cervantes murió el 22 de abril de 1622 y fue sepultado el 23. En tanto Shakespere, falleció el 3 de mayo de 1616 según calendario gregoriano, pero dado que Inglaterra seguía aplicando el juliano, allí era aún también el 23 de abril.

El tiempo detenido
Pero seguramente a don José y a doña Victoria no les interesaban demasiado estas cuestiones. A lo sumo, se fijarían en el almanaque cuándo cambiaba la luna para hacer rendir un poco más la tierra de la quintita del fondo o saber cuándo empollarían las gallinas. O leerían el reverso de las hojitas de cada mes para consultar el santoral.

Quién sabe si tenían todos esos almanaques ahí acumulados con ánimo de coleccionar sus figuras (muchas de ellas repetidas), de tenerlos simplemente como recuerdo, o si era una manera de retener un poco el tiempo viendo que las décadas se les iban acumulando en sus vidas como los calendarios en aquel clavo.

Si hoy vivieran, seguirían acopiando almanaques de propaganda en el clavo que alguna vez pusieron en la puerta color cremita y seguirían atesorando unos sobre otro los años transcurridos. Como una manera de paralizar el tiempo.



El año del Meccano



En el umbral de 2018 –apenitas pasado el mediodía del 1º de enero-, alguna cosa surge en referencia al año que acabó. Vienen a la mente, por sobre todo, frases y lugares comunes que trataremos de no repetir. Palabras de circunstancia, clichés acuñados involuntariamente a lo largo de los años, de los muchos saludos prodigados y recibidos, de las reflexiones oídas y leídas en torno de cada 31 de diciembre.

Por eso es posible que de estas líneas salga algo que se le parezca mucho a todo eso que no queremos decir ni escribir, pero hagamos el esfuerzo.

Ojear un poco las noticias –antes hojeábamos los diarios y las revistas en su formato de papel, ahora ojeamos esos y otro medios en sus versiones en internet- acaba por dejarnos un misterioso sentimiento de tristeza y esperanza. La violencia cruzada a través de las palabras y la generada por medio de las fuerzas de choque físicas y armadas con armas de fuego, escudos, palos, piedras, cascos, capuchas y, por sobre todo, odio por el que está enfrente. Sarmiento habría de reescribir su civilización y barbarie. Me gustaría saber cómo contarán esto los Mitre, los José María Rosa, los Pigna de dentro de unos años. Porque, lo que es hoy, son hechos inexplicables que sólo alimentan la tristeza.

Por otro lado, ver que aquellos a los que por algunos años hemos señalado como corruptos y malos funcionarios están siendo convocados a entregar su cara ante los que detentan la autoridad de la Justicia, nos genera un cierto alivio y la esperanza de que de aquí en más pasen por los tribunales todos los que se queden con el dinero y los sueños del pueblo, cualquiera sea el color de los globos que inflen.

Y paramos acá con el flanco político y social. Nos gustaría dejar esta carilla con una sonrisa, al menos, y el encastre de las piezas en este tema, por el momento, no nos provoca otra cosa que una mueca torva.

A lo largo de 2017 en casa le hemos dado de comer a traumatólogos, neumonólogos, infectólogos, médicos clínicos y de familia, bioquímicos, radiólogos… y al farmacéutico de confianza, claro.

Pasa que lo que venía programado desde 2016 generó una suerte de fenómeno contagioso y comenzaron a aflojarse tornillos varios ya no sólo en mí sino en Laura y en José: fractura de dedo para una, neumonía para otro, contagios respiratorios para todos…

Pero la pieza principal a reparar, la que dio origen a la idea del mecano como alegoría para 2017, fue mi cadera izquierda artrosada y su reemplazo por un trozo de titanio y porcelana.

Quizás de los juguetes que quise de chico y que nunca tuve –no me puedo quejar de lo que mis viejos me/nos han regalado ni de lo que logramos comprar entre Gabriel y yo- la pieza faltante fue el Meccano. Quizás como una reivindicación hubo que colocarme esta prótesis y asociarla con el juguete ayudó a tomarme el tema con cierta calma y humor.

Y dado que desde abril –fecha de la operación- hacia acá mi vida es otra, no puedo menos que rescatar el mecano (digo, mi operación) como el gran hecho positivo de 2017. Anoche compartí con los míos (esposa, hijo, hermano, tíos, primos y sobrinos) esa gran felicidad.

Feliz futuro, entonces. Que las piezas de 2018 se ensamblen en un mañana pleno, solidario, fraterno, con sus piezas, sus tornillos y tuercas dispuestos y ajustados para sostener bien alta la esperanza y la certeza de que gracias a cada uno de nosotros, no nos quede más remedio que estar un poco mejor.

Felicidades.
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01 ene 18

martes, 26 de diciembre de 2017

Nombres que dan qué hacer


         Hay personas que viven tan unidas a su ocupación que su sola separación de la misma las convertiría en meros anónimos sociales: tan estrecha es su relación que es por su actividad que se los conoce. Nuestra propia historia da muestras de ello, y en muchos casos debido a una curiosa situación creada en las oficinas migratorias de estas orillas del Plata durante la llegada de colonos alemanes, judíos, rusos o polacos, por citar algunos de habla muy diferente de la local. Así han aparecido los Herrero, que pasaban a ser Ferrero si su origen era italiano; o los Mercader, muy posiblemente de origen libanés. La diferencia de idiomas creaba situaciones por demás molestas que tornaban muy fácilmente en discusiones encontradas, probable origen del apellido Contreras.

¿Do you speak criollo?
        La cuestión pasaba por entender al extranjero su nombre y apellido, algo que no siempre era fácil de pronunciar ni de escribir. Así, los agentes de migraciones optaron por asentar como apellido el oficio que el inmigrante declaraba, que las más de las veces era una ocurrencia del momento ante el temor de ser rechazados si manifestaba no tener una actividad específica que viniera a realizar. Muchos fueron los Cipolla, apelativo dado a los italianos agricultores que entre otras cosas cultivarían, suponían los atribulados empleados, cebollas. Y en una época en que el caballo era el medio de transporte por excelencia, hacía falta de muchos Herreros, en tanto que muchos otros eran Caballeros.

Dicho sea de paso, en la escuela se nos ha enseñado en qué consisten los patronímicos: aquellos apellidos que derivan del nombre del patriarca familiar y que por naturaleza se han extendido entre nosotros los de origen español. Los Ramírez descienden de algún Ramiro, los Rodríguez de un tal Rodrigo, los Domínguez de Domingo, y los Pérez derivaron de Pedro. Lo curioso es que la historia no nos muestra tanta cantidad de personajes llamados con estos nombres como para justificar su generosa extensión en las modernas aunque ya obsoletas guías telefónicas. Mucho más familiares y difundidos son nombres como José, Carlos o Luis cuyos patronímicos nos resultan absolutamente desconocidos. López es uno de los apellidos más comunes en las sociedades de origen español. Sin embargo no recordamos a ningún Lope más allá de Lope de Vega y nos negamos a atribuirle a él tan prolífica descendencia.

Dime lo que haces...
La cuestión de los apellidos y las ocupaciones nos permite un entretenimiento que por divertido no deja de guardar el debido respeto por las personas involucradas. Si bien no se trata de una profunda investigación, una primera aproximación al tema nos ha acercado ocupaciones y apellidos muy ligados entre sí, muchos de los cuales son respetables habitantes de nuestra comarca citybellense.
José Barrita, barrabrava. (Captura de Youtube).

Años atrás, las páginas policiales de la prensa dieron notoriedad al señor José Barrita -epitetado "El Abuelo"-, por tratarse precisamente de un barrabrava del club Boca Juniors. Barrita era su verdadero apellido y no su apodo, según las informaciones. Quien también se trae lo suyo es Gerardo Maffia, un hombre que se gana la vida comercializando detectores de alarmas.

Ernesto Cardenal, comprometido con las luchas sociales en Centroamérica, es antes que ello un sacerdote, quien tal vez aspire a ostentar el cargo canónico que inviste su apellido. En materia de religiosos -un rubro que nos ha dado suficiente letra para el presente artículo- no podemos omitir, con todo respeto, a uno de los más ilustres arzobispos de La Plata, cuyo apellido pondría en duda su capacidad para mantener el secreto de confesión. Es el caso de monseñor Juan Chimento, está claro, fallecido hace ya algunas décadas.

Alfonso Milagro, sacerdote.
Si de purpurados se trata, no vamos a dejar fuera de la lista a monseñor Fortunato Devoto, asesor de la antigua Sociedad de San José, dedicada a la beneficencia. Otro sacerdote -aunque conocido por sus dotes de escritor- carga sobre sus espaldas un apellido muy ligado al poder que otorga la fe, tanto como que se llama Alfonso Milagro.


Pocos lo saben, pero se les llama "curas" a aquellos sacerdotes que están al frente de una parroquia, con lo que no todos los sacerdotes lo son. Sin embargo, hay quien aún habiendo sido separado de la Iglesia Católica sigue siendo cura, como es el caso de Eduardo Fabio Cura, sacerdote de la llamada Iglesia Misionera, prohibida en el país desde 1996.

Por su parte, un monseñor especializado en temas referidos a las persecuciones sufridas por la religión, porta un apellido muy ligado a esa circunstancia: es el español Vicente Cárcel. Y si hablamos de sacerdotes, hemos de postrarnos de rodillas ante este caso de la Iglesia guatemalteca: el padre Mario... Orantes.

Pero las palmas en este rubro, hasta el momento se las lleva quien se desempeñó como Papa de la Iglesia entre septiembre de 1914 y enero de 1922. Quien fue conocido como Benedicto XV era un italiano llamado Giacomo della Chiessa. "Della Chiessa", en la lengua itálica, no quiere decir otra cosa que "de la Iglesia". Lo que se dice un destino signado por el apellido.

No tenemos palabras para el caso de Joaquín Martín Abad, naturalmente que sacerdote…

Ligado al tema eclesiástico pero sin haber tomado los hábitos encontramos al doctor Fernando José Talón. Con semejante apellido no encontró mejor compromiso que el de ser secretario general de la Sociedad de... ¡Peregrinos a Pie al Santuario de Luján! Quien sí vistió sotana y fue vocero del Arzobispado de Mendoza -y como tal lleva en el alma la vocación por la Buena Noticia- se llama Sergio Buenanueva, y está todo dicho.

Radio María es una cadena de emisoras dedicadas a la difusión de la devoción a la Santísima Virgen María. En la cabecera de Córdoba la programación está a cargo de una joven que no podía tener mejor apellido. Se llama Gabriela Lasanta. Y si bien desconocemos su ocupación, nos permitimos adosar a este párrafo a la señora Santa Rodilla, ya que si no se especializa en traumatología, bien podría ser una devota de la oración.

Polirrubros
Tomás Alba Edison. La claridad.
   Con sus diez años, José Agustín hizo un descubrimiento que aportó prestamente a su papá, autor de esta antología: Tomás Edison, inventor de la bombilla incandescente, la vulgar lamparita de luz que tanto servicio presta cuando se esconde el sol, tenía un segundo nombre: Alba. El alba es el momento en que se hace la luz, en que el sol "nace" tras la oscuridad de la noche...

       En City Bell no pocos recordarán la calidez de un matrimonio que durante años atendió un puesto de flores y plantas en la feria local. Se trataba, precisamente, de la señora Beti La Pera acompañada por su esposo, el señor Coco Flores. Sin duda, un caso de antología. Como el del señor Pedro Pedrazzi, dedicado en la capital bonaerense a los materiales de construcción y, por supuesto, la venta de piedras. Algo parecido sucede con el señor Rodolfo Allolio, productor de aceites, especialmente de oliva, el cual elabora en la provincia de Mendoza. La aclaración que corresponde es sutil: allolio, en italiano, quiere decir... al aceite.

Vivir a "pan y agua" es una manera de decir que uno no tiene mucho para comer. Por ello debe ser que cerró sus puertas un antiguo restorán de la zona cuya gerencia estaba a cargo de la señorita Liliana... Paniagua. A su vez, Wálter Binder dedica su vida al comercio de libros. Lo conocimos en una de las ferias de la especialidad que suele organizar en colegios. La curiosidad que lo hace partícipe de esta antología es que "Binder" quiere decir, en inglés, "encuadernador".
Coco Flores, florista. Fotografía escolar de 1939.

Jorge Ferroni es un entrerriano radicado en City Bell, quien además de vender materiales de demolición, ofrecía entre ellos buena variedad de hierros. En nuestros apuntes figura también un vecino del barrio Los Porteños, inmigrante portugués y floricultor casi por la fuerza de la sangre. Sí, adivinó, su apellido es Dos Ramos.

Servidores públicos
Años atrás, cuando este escriba cumplía su servicio militar en el Batallón 601 de esta ciudad, tenía un superior -sargento por aquellos años- de apellido Choque. El recluta no pudo disimular una sonrisa cuando supo que estaba al frente del taller de reparaciones de vehículos de la unidad militar.

Ernesto Cisterna lleva su vocación en el apellido. Es bombero, y poco haría frente a un incendio sin un recipiente para almacenar el agua que alimente la manguera. Del mismo modo, Alejandro Bottoni parece no haber encontrado más opción que hacerse… policía, oficio que en lunfardo puro recibe el calificativo de botón.

Casi, casi una suerte para la desgracia -parafraseando a Pepe Biondi- es la del señor que tras subir al techo de su casa para reparar unas goteras se encontró con una ametralladora y sesenta y tres proyectiles 9 mm. Parece broma, pero el hombre del hallazgo se llama Néstor... Trabucco. En el mismo rubro encontramos a Rolando Granada, Gerente del Centro Atómico Bariloche. Y si bien nuestra opinión no es terminante en el caso, creemos que Diego Bálsamo no es una identidad adecuada para un comisario de la Policía bonaerense.
Rolando Granada, físico nuclear (www.formosa.gob.ar).

Hace poco supimos que en una gestión anterior, al frente de la secretaría de Espacio Público de la Municipalidad de La Plata fue nombrado el señor Gabriel Céspedes. 

A toda velocidad
          José Luis Carreras es un convecino que tiene lo suyo. Si bien se gana la vida con su taller de chapa y pintura, el "Negro" Carreras fue, en sus ratos libres, piloto de autos de... carreras. Y ya que en el rubro tuerca estamos, hemos sabido de un alemán, ganador cuatro veces de la tradicional competencia de Las 24 horas de Le Mans. Un circuito donde la confiabilidad de los motores es fundamental. Y los motores funcionan con bielas en su interior. El alemán ganador se llama Frank Biela.

En la Fórmula 1 se ha enrolado un piloto norteamericano que lleva el éxito impreso en su apellido: se trata de Scott Speed. Sin auto pero con buenas piernas se anota en este rubro el atleta Agustín Carrera: es récord nacional en 110 metros con vallas.

Ejemplos diplomados
El ingeniero Santiago Maíz ha hecho nutrida experiencia en la industria de maquinarias agrícolas, en tanto que su padre -con igual apellido- dedicó su vida al cultivo de esa planta choclera. 

           Por su parte el doctor Juan Carlos Ayllón, médico, comparte con su colega el pediatra Álvaro Cortés el que ambos hayan bautizado Dolores a una de sus hijas. Seguramente si sus padres fueran farmacéuticos, las niñas se llamarían Remedios. De paso sea dicho, en Villa Elisa habita o habitó otro médico que garantizaba con su apellido el éxito de su tratamiento aunque bien podía haber sido sacerdote: se trata del doctor César Cura. No podríamos decir lo mismo de un reconocido gerontólogo de la zona: se apellida Lagonía. Y en La Plata, hemos detectado a Luis Cuello, médico, obviamente que traumatólogo.
Dr. Álvaro Cortés: un nombre para mi hija (www.eldia.com).

En cuestión de galenos, hemos recogido más apuntes. Raúl Matera fue una destacada figura del quehacer científico y político de la Argentina, país en el que a la cabeza suele llamársele "mate". Su especialidad era la neurocirugía. Pero por si alguien es un exquisito del idioma y reniega de ese lunfardismo, sabemos de un neurólogo apellidado Cabeza, además de un conocido otorrinolaringólogo llamado Juan Garganta. Del mismo modo supimos de una nutricionista de apellido Delgado, además de Lucía De la Fuente y Carolina Costilla, de igual especialidad.

A manera de secreta confesión de uno de los facultativos involucrados párrafos arriba, hemos tomado nota de que la doctora Vagineta se ha especializado en ginecología, al igual que sus colegas Verga y Lagrutta. Ante tremendos ejemplos, parece un cuento de niños que la doctora María Liliana Abajo haya elegido la misma especialidad. Y ya que estamos por esa zona de la anatomía, no desentona decir quPablo Colaci es médico urólogo.

Rubén Gatti es veterinario, y en un doble mérito para figurar entre estas líneas hay que decir además que es vicepresidente de Asociación Argentina de Medicina Felina.

Rubén Gatti, especialista en gatos. (Captura de Youtube).
Por su parte, Cecilia Calzona eligió abrazar la profesión de médica, con una especialidad que bien podría ser también signada por su apellido: la gastroenterología, cuyos trastornos bien pueden tener efectos negativos sobre cierta prenda interior, a menudo llamada calzón. Igual especialidad vincula a las señoritas Culetto y Lanzo, ambas secretarias de un reconocido gastroenterólogo de la ciudad de La Plata.

Roberto Garrote es médico, y a pesar de su apellido se desempeñó en el Servicio de Violencia Familiar del Hospital Pedro de Elizalde. Es de imaginar la desazón de quien concurre a ese servicio en estado de desesperación y topa con semejante apellido para asistirlo en cuestiones de violencia y agresión. Pero el apellido da para más: un secretario de la Oficina de Concursos del Consejo de la Magistratura de la justicia federal respondía al contradictorio nombre de Ángel Garrote. Una muestra de que la justicia con sangre entra y que a Dios rogando y con el mazo dando. Y ya que la medicina va de la mano de las Obras Sociales y sus benditos bonos de consulta, no sorprende que en una oficina de IOMA la médica auditora se apellide Guidobono.
  
         La doctora Paola Marfil, oh casualidad, es odontóloga, en tanto que Carlos Ven se especializó en cardiología.

 Hojeando una guía de profesionales hallamos algo en común entre las siguientes personas. Daniel Casas, Silvia de la Losa, Rubén Puente, Mónica Baños y Norberto de la Torre no podían ser otra cosa que arquitectos, y de hecho lo son. Y un circunstancial paseíto por el centro platense nos devolvió otro dato propio de estos apuntes: un cartel suspendido en una ventana anunciaba que el inmueble estaba disponible para ser alquilado. ¿La inmobiliaria? Una de la ciudad de Buenos Aires llamada "Paz-Casas-Cuevas". Condenado a su destino fue también un profesional que se desempeña o desempeñaba en la Universidad Nacional de La Plata, cuyo apellido es Waterdrinker (bebedor de agua). Resulta ocioso aclarar que su especialidad es la hidráulica.


Quizás quien más aspiraciones ostente en el desempeño de la abogacía sea la doctora Elsa Corte, cuyo solo apellido apunta al pináculo mismo de uno de los tres poderes del Estado. Objetivos más cercanos parece haberse fijado la doctora Camino, doctora en leyes también, especializada, por cierto, en accidentes de tránsito. Aunque la doctora Della Pena es quien hace sentir la fuerza de su apellido en la definición de su trabajo: ella es agente fiscal.
Alejandro Amor: haya paz. (www.elintransigente.com).

Un artículo de la revista FOCO, órgano de la Asociación Formar Conciencia, se ocupaba de aconsejar acerca de la organización del tiempo libre de los hijos, una manera de regir sus actividades. Resultó increíble para este cronista leer la firma de su autor: un señor apellidado "Regidor". Eso sí: más pavura causa saber que uno ha de tener que litigar contra la abogada Bárbara Lucha. Lo que se perdió Karadajian, vea. Pero para contrarrestar la cuestión, cabe decir que Alejandro Amor es Defensor del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un buen apellido para defender las causas ajenas.

La Directora Provincial de Prevención Comunitaria de la Secretaría para la Prevención de las Adicciones y la Drogadependencia de la administración del gobernador Duhalde parecía conocer muy bien las ansiedades que conducen al consumo de estupefacientes, tanto como que se llamaba Angustias González. Por su parte, el comisario Miguel Rueda parece haber encontrado en su apellido el camino de su vida: llegó a desempeñarse como jefe de Seguridad Vial de la Policía de la Provincia de Buenos Aires.

"Tengo que conseguir mucha madera... construiré una balsa y me iré a naufragar"... escribía años atrás Lito Nebbia, aún cuando ignoraba la existencia del matrimonio formado por la señora Haydée Maderal y el hoy fallecido doctor Raúl Balsa.

          Parece broma pero no lo es: la doctora María Teresa Panzitta es coordinadora del curso de postgrado sobre Aspectos psicológicos de la obesidad y trastornos alimentarios.
Doctora Panzitta. Especialista en obesidad. (Captura de Youtube)

Un paseo por la reserva natural Sierra del Tigre, en las afueras de la ciudad de Tandil, nos permitió saber que un señor dedicado a la momificación de animales (taxidermia o embalsamamiento), lleva en el apellido una alusión a su trabajo. Según un cartelito, se llama Alberto Coattí. Del mismo modo, Julia Malvina Gambetta no pudo eludir su destino de deportista, ni Miguel Campos el suyo, como secretario de Agricultura acompañando la gestión del presidente Kirchner. Y el hoy fallecido Agustín Mercado no pudo elegir otra profesión que la de contador, del mismo modo que el presidente del Banco Santander no podía ser otro que Emilio Botín.

Emilio Botín. Banquero.
Si bien nada los relaciona con sus actividades, hay casos que querríamos adosar a esta larga lista. Uno es el caso de María Luz del Valle Ceñal, quien si no fuera por una cuestión ortográfica, podríamos decir que es en sí misma un faro luminoso entre las montañas.

Conocimos a un vendedor de automóviles llamado Domingo Faustino Sarmiento quien, cuando le deslizamos un comentario acerca de su ascendiente histórico, no ocultó su emoción al relatar que acababa de venderle un vehículo a un tal Aberastain, descendiente directo del famoso amigo del Gran Sanjuanino.

Si no fuera porque está preso y acusado de homicidio, podríamos reírnos de sólo saber que Roberto Rejas era guardiacárcel.

Y siguen las firmas
Y una muestra de la internacionalidad el tema la encarna Alexis Cummins Lamborghini. Cummins es una famosísima marca norteamericana de motores de camiones y ómnibus; y Lamborghini, de autos deportivos italianos. Pero Alexis trabajaba en PSA Peugeot-Citroen Argentina, en la división motores.

Los trabajadores y gremialistas no estás afuera de esta nómina. Walter Correa fue alguna vez secretario general del Sindicato del Cuero. Y en materia de oficios, nos gustaría saber a qué se dedica la señora Alicia Gubia de Pinzas. Agreguemos que Matías Ola es nadador en aguas abiertas, y que Federico Norte es meteorólogo, aunque bien podría ser guía turístico. Entre los especialistas en el clima y la meteorología contamos también a Fernando Torrente y Juan Pablo Ventoso, quien en realidad hace del estudio climático sólo un hobby.
Matías Ola. Nadador. (wwwdiarioelsiciliano.com.ar).

Otro caso especial y que recuerda a aquella publicidad de cerveza, es el de la señora Elba Desiste, quien contrajo matrimonio con el señor Echarte. Así, su identidad pasó a ser Elba Desiste de Echarte, una afirmación que, si bien no garantiza ocupación laboral, al menos habla a las claras de la amplia tolerancia de la dama para con los molestos e inoportunos.

En ese sentido, creemos que hay dos colegas que han equivocado no su profesión de periodistas, aunque sí su especialidad: Pablo Gallo y Pato Álvarez se especializan en turf, aunque sus apellido en un caso y apelativo en el otro, indican otra cosa... También parece haber elegido mal la licenciada María Alicia Braile, quien en lugar de especializarse en no-videntes optó por ser fonoaudióloga.

La gente del interior también aporta lo suyo, y los vecinos de la ciudad de Lincoln no habrán de olvidar al querido señor Fotti, infaltable en cuanto acontecimiento ocurriera. Fotti, casi una obviedad, fue por muchos años "el" fotógrafo local.

Finalmente, y antes de agradecer a quienes solidariamente continúan acercándonos casos curiosos como los referidos en estas páginas, no puede escapar a la antología el mismísimo dibujante que supo ilustrar muchas de nuestras crónicas, aunque no sea muy original para un dibujante llamarse Carlos Pinto. En materia de arte, hemos registrado también a Leo Viola como un destacado violoncelista, lo mismo que Guillermina Fa, un bello apellido para una concertista de piano como es ella. Por su parte, a Diego Mano no le falta con qué tocar el piano, cosa que, por cierto, no hace nada mal. Pablo Músico y Gastón Paganini son músicos y docentes, y no hay mucho más que agregar.

Domingo Cura.
Leandro Devecchi recuerda que tuvo como docentes en el colegio Fray Mamerto Esquiú a la profesora Flores, en Biología; a la profesora Arroyo, en Geografía; al profesor Santa Cruz, en Religión y al profesor Pinto, en Artes Plásticas.
Con seguridad, a esta altura el lector habrá agregado varios casos más a la lista. La posibilidad de que existan es tan vasta como la humanidad misma. No habremos de terminar sin referir que Domingo Cura no fue sacerdote, por más que nombre y apellido refuercen esa tesis. En todo caso, puede decirse que a la música la interpretaba como los dioses, lo cual no es suficiente para ponerse la sotana, razón por la cual no podríamos colocarlo en la nomina de nombres que dan trabajo.


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