lunes, 12 de agosto de 2024

Rita reta a Rito

     Rito torra de a ratos. Rita lo reta, lo trata de rata, de turro. Repta Rito en la tierra, se arrastra en tórrido terreno, repta y rota a la torre; roto el tarro -tirria y arrebato-, trota con treta y un tanto de resto. Traga en ritual tarta tartufa; trémulo, trae el catre, Rito atorrante. Rita está harta.

martes, 6 de agosto de 2024

Problemas

         De un antiguo programa de radio nos viene aquello de tener más problemas que los Pérez García. Quien más, quien menos, no existe persona a la que en el día a día no se le aparezca un inconveniente, un problema, un contratiempo que altere su anhelada tranquilidad.

          Un compromiso ineludible, una noticia desagradable, cuestiones familiares, laborales, económicas, de salud, todo puede ser caratulado de “problema”.

          Es que todos tenemos problemas -¿a qué negarlo?-, a todos nos suceden cosas que a menudo superan nuestra propia capacidad de enfrentarlos, de resolverlos. Al punto tal que, a veces, nos sentimos morir. De eso hablábamos días atrás con nuestra amiga, “la Tana”, quien acodada en la cabecera de la mesa suspiró largo antes de reflexionar:

“Me pasan tantas cosas que el día que me muera no voy a poder ir a mi velorio”.

 No poder cumplir con nuestro propio velorio porque tuvimos un imprevisto cuando nos tocaba morir, no sería en sí mismo un problema, después de todo.

 

lunes, 5 de agosto de 2024

Daikiri

          La cita era en una filial bancaria del centro platense para concretar en un mismo acto la compraventa de dos propiedades, dólares en efectivo. Loncho vendía su casa a un matrimonio al tiempo que compraba un departamento amueblado en Pinamar a una tercera persona.

         “Traten de no llamar mucho la atención, es mucha plata”, advirtió Loncho, temeroso. Si quería pasar desapercibido en un banco en hora pico atestado de empleados y clientes, Loncho no tuvo en cuenta que un traje color manteca con corbata y pañuelo sobresaliente en el bolsillo de arriba no era la mejor elección, pero se fue vestido así y nada malo sucedió.

         Escribanos y martilleros de por medio, se leyó la documentación, se entregó el dinero y cuando estaba a punto de estampar la firma que lo convertía en propietario del deseado departamento equipado en la Costa, Loncho preguntó: “Pará, ¿hay licuadora en el depto?”. La vendedora dudó, pero acabó diciendo que sí.

“Ah, porque si no, no lo compro. ¿Con qué hago los daikiri, si no?”.

         Loncho rubricó la escritura, todos respiraron hondo, y él se fue con su traje casi blanco, saboreando de antemano unos licuados de ron con fruta y hielo. Mucho hielo, bien licuado.

 


martes, 16 de julio de 2024

Cuerpo a tierra


          “Quierda, quierda, quierdaderechiquierda; re-doblado. Aaal-to. Soldados: la rotura de marcha se realiza con el pies izquierdo. ¿Tamo? Carrera march, cuerpo a tierra. Carrera march”.

          El cabo Baigorria (podía haber sido Torres o cualquiera de los otros) instruía a la tropa a su cargo  acerca del ejercicio de marcha. El suboficial, cordobés hasta las tripas, arrastraba inevitablemente las “r”; además, agregaba una “s” sobrante a “pie” y hablaba de “rotura” en lugar del tecnicismo “ruptura”. Y todo acababa con baile: cuerpo a tierra, carrera march, cuerpo a tierra.

          Creo que jamás en mi vida me había tirado cuerpo a tierra antes del servicio militar. Nunca tuve –ni tengo- agilidad ni plasticidad para el movimiento físico. Por lo tanto la simple perspectiva de lanzarme al suelo panza abajo como parte de una rutina cotidiana era en sí misma un desafío supremo para mí, y eso significaba que debía poner toda mi energía en ese simple acto. Sobre cardos espinosos, sobre pastos escarchados o sobre el cemento ardiente de la plaza de armas bajo un mediodía de verano, me zambullía de cara y pecho al piso poniendo las manos abiertas para frenar el impacto al ritmo del silbato o la voz de mi superior.

          Oficiales y suboficiales, y aún mis compañeros de colimba, se sorprendían de mi aplicación a la hora de hacer cuerpo a tierra. Me decían que estaba loco, que por qué me tiraba así, tan efusivo. No iba a revelarles que de todas las exigencias que implicaba la conscripción, era la que más me costaba y que sabía que hacerle frente sin pensar, me permitía disimular mi inutilidad para todas las otras actividades militares a las que también estaba obligado a enfrentar.

          Mientras estuve bajo bandera y más aún después de ello, el cuerpo a tierra se convirtió en símbolo de dificultad, de desafío a vencer. ¿Problemas laborales? Es hacer cuerpo a tierra. ¿Necesito un implante de cadera? Cuerpo a tierra. ¿Se incendió parte de la casa? Cuerpo a tierra.

          Cada día se presenta con dificultades que son desafíos que tarde o temprano tendré que superar. Cada nuevo día es un cuerpo a tierra al que ineludiblemente me deberé tirar.

sábado, 15 de junio de 2024

Como una flor

 


Ni Fabio Zerpa lo hubiese creído. El tipo estaba mirando las estrellas del cielo, oteando el infinito en alarde de su curiosa curiosidad. Algo lo encegueció de repente, otro algo lo ensordeció y un algo más lo sacudió en su generosa humanidad. Cuando se repuso, constató que el corazón aún le palpitaba. Y vio a su lado un nuevo objeto de su curiosidad.

“Linda piedra para el jardín”, pensó, pero comprendió que no era nada inanimado. Chiquito, negro, delgado, con ojos de noche estrellada (de allí había provenido), pero por sobre todo inquieto e inquisidor era eso con apodo de hormiga y había llegado a su lado –lo presentía- para nunca más despegarse de él. 

Comprendió que la taba estaba echada y que como cayó, quedó. Amigo de los desafíos, sabía que no querría una vuelta atrás. Que no se bajaría del escenario hasta que cayera el telón final. Que no conocía el libreto, pero que le gustaba el papel y también su partenaire.

 Pasaron muchos años pero la curiosidad sigue intacta. Y aunque finalmente no era una piedra sino una hermosa mujer, decidió ponerla en su jardín interior. Al fin y al cabo, no desentona –ni mucho menos- entre las flores.

 

 

 

Infancias

 

         Si no somos como niños –dice el Evangelio- nunca entraremos al Reino de los Cielos; los únicos privilegiados –dijo un general- son los niños. Todos llevamos un niño en un rincón del corazón –y esto no lo dijo ningún cardiólogo- al tiempo que los niños son la esperanza del mundo. Acerca de los niños, evidentemente, podríamos hablar largo y tendido. Niño bien, pretencioso y engrupido –dice el tango- y acá las cosas cambian de color.

          La infancia –oímos comentar - es como los impuestos de emergencia: uno sabe cuándo empieza, pero nunca se sabe muy bien cuándo y dónde termina. Varias décadas atrás, por lo menos, se sabía que la cosa se relacionaba con el estreno de los pantalones largos, pero nunca quedó muy claro qué cosa era consecuencia de cuál.

          Lo que queda claro, entonces, es que toda infancia tiene una época, y que cada época tiene su infancia. Y los chicos –nuestros hijos- son, de algún modo, nuestra propia proyección, nuestro reservorio de ilusiones y esperanzas, semillero de ideales. Que nadie nos quite la niñez, al fin y al cabo, que fue el comienzo de nuestra historia, esta que transitamos siendo adultos, añorando aquel tiempo de la infancia, cuando éramos simplemente niños.

 

jueves, 6 de junio de 2024

¡Mirá si voy a cansar, yo!

 ¿Vas a hacer asado? A mí me gusta venir a conversar cuando la gente hace asado. Ah, ¿pollo vas a hacer? Porque yo me aburro, entonces, cuando veo que alguno está prendiendo fuego en el fogón, vengo a conversar. Mi hijo me dice que yo la canso a la gente porque hablo mucho. Tiene miedo de que le espante a los clientes que le alquilan las cabañas, como vos. Él dice que vienen a descansar y no a escucharme a mí. Pero conversar es lindo. A mí me gusta porque me entretengo.

 ¡Qué lindo pooolloooo! Ah, se ve que es de campo, no como los del supermercado, todos inyectados con hormonas y que no tienen gusto a nada. ¿Usaste carbón? ¡Con toda la leña que hay acá!  Ah, no, se ve que carbón no usaste, si no te estarías llenando de chispas. El otro día un hombre prendió fuego con carbón que compró acá enfrente y era todo un chisporroteo. Cuando dejó de hacer chispas, las brasas no le alcanzaban ni para hacer tostadas. Tuvo que salir a buscar leña, con la interna, porque encima era de noche, como ahora.

 Allá va mi nieto, mirá. Tenés que ver cómo se entretiene con la computadora mi nieto más chico. Él hace dibujos, cartelitos y le ayuda a la madre con las planillas. En cambio yo, no sé ni prenderla a la computadora. En cambio mi nieta... Vos no sabés cómo cocina mi nieta. Mejor que la madre, cocina. ¿Y las pizzas? Las pizzas las hace mejor que yo; más ricas le salen. Lo mismo que las tortas fritas. Porque yo a las tortas fritas les pongo levadura. ¿Nunca le pusiste levadura a la torta frita? Te salen gorditas, riquísimas. Les hacés un agujerito con el dedo y las ponés en el aceite caliente para que se frían. Sin quemarte el dedo ni salpicarte; tenés que tener cuidado.

 El otro día hice milanesas y de postre, tortas fritas. Mi nieto se comió un montón así. Pobrecito, después se descompuso y se hizo caca. Colitis le agarró. Así que le tuve que lavar el calzoncillito y el pantaloncito. Hasta la colita, le tuve que lavar. Pero vieras qué linda le quedó la colita.

 ¿Nunca viste películas porno? Ayer estaba viendo una película porno y me agarró una cosa acá. Porque la que vi era de gente desnuda, qué se yo… Antes no se veían esas cosas. Bueno, antes en el cine no pasaban esas cosas; ahora las ves en televisión. Yo me quedé toda la noche con una cosa acá que me agarró después de ver la película. ¿Y a quién le iba a contar lo que sentía? Nadie dice que ve películas porno, de esas de desnudos que hacen cosas. Pero yo digo que todos deben verlas. Lo que pasa es que no le cuentan a nadie.

 ¿Por qué te lo estaba contando? ¡Ah!, por la colita de mi nieto, que se la tuve que lavar después de la colitis que se agarró de tanta milanesa y tanta torta frita. Ese pollo que estás haciendo también está lindo. Te va a quedar rico. Y si lo acompañás con papas, ni te digo. ¿Papas o ensalada vas a hacer? Bueno, te dejo antes de que mi hijo me rete. Dice que yo canso con las cosas que digo. ¡Mirá si voy a cansar, yo! Me voy, sí; no quiero que se moleste porque dice que molesto a los demás. Bueno, chau. Y buen provecho, ¿eh?

 enero 2004/junio 2024

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